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jueves, 21 de septiembre de 2017

Ewig...Ewig...Ewig


La Canción de la Tierra de Mahler es una obra genial, y la sexta canción de éste conjunto, Der Abschied (La Despedida), es algo que se sale de todo comentario. En ella, la visión de Mahler se vuelca totalmente sobre el pasado con añoranza, la vida se muestra como un tierno recuerdo, con serena resignación se contempla la naturaleza como el más preciado don que posee el ser humano.
Se trata de una obra sumida en la tristeza. El último movimiento es una verdadera despedida a la vida. Pero no se ha de interpretar el final de esta obra como una amarga resignación de un hombre que ha perdido la fe. Durante toda su vida Mahler se ha preocupado de descifrar los secretos trascendentales de la vida y de la muerte, sobre lo que ocurrirá después de la muerte. Se encuentran tres etapas en su pensamiento. Con ideas heredadas del judaísmo de su juventud, pasó a un cristianismo, cuya máxima expresión es su octava sinfonía. Los acontecimientos ocurridos poco tiempo después le hacen dudar seriamente de su fe, refugiándose en la lectura de textos orientales. Su modo de pensar cambia, acercándose a las ideas de las religiones budistas, confucionistas y taoístas. Unos sistemas filosóficos que cambian el sentido de ver las cosas. 
Si nos fijamos en el final de la sinfonía, que en todos sus movimientos ha sido tan negativa, reflejando las ilusiones de la vida como sueños imposibles, vemos que está llena de esperanza. Su parte final es un canto a la eternidad y al infinito. Son sonidos que quedan suspendidos en el aire, una coda inmaterial, un alma iluminada por el mas allá.
Un par de silencios aumentan considerablemente la tensión emocional. La contralto canta apasionadamente el tema final de la despedida, con notas cada vez más largas, hasta llegar a la palabra ewig, eternamente.
La Canción de la Tierra dura un poco más de 1 hora. Aquí he puesto solo la parte final de La Despedida, ya que si no resultaría un poco larga para un blog. Aquí tenemos a Bernard Haitink (director), Anna Larsson (contralto) y la Concertgebouw Orchestra.



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Ich suche Ruhe für mein einsam Herz.
Busco la tranquilidad para mi corazón solitario.
Ich wandle nach der Heimat, meiner Stätte.
Hago camino hacia la patria, hacia mi hogar.
Ich werde niemals in die Ferne schweifen.
Ya nunca más vagaré en la lejanía.
Still ist mein Herz und harret seiner Stunde.
Mi corazón está tranquilo y espera su hora.
Die liebe Erde allüberall blüht auf im Lenz und grünt aufs neu!
¡La querida tierra florece por todas partes en primavera y se llena de verdor nuevamente!
Allüberall und ewig blauen licht die Fernen!
¡Por todas partes y eternamente resplandece de azul la lejanía.
Ewig ... ewig ...
Eternamente... eternamente...

Las últimas palabras que canta la soprano al final de la obra son reveladoras. Con ellas quiere expresar que la vida no termina con la muerte. Como la primavera, vuelve a renacer. La muerte es seguida de un nuevo renacer, una nueva vida. Esto continuará eternamente. Son las ideas en que se basa la reencarnación, para volver cada vez a una vida más perfecta, hasta alcanzar los grados más elevados de la perfección.


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