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sábado, 15 de agosto de 2015

Fado 1



Tenía que entrar en el Fado. Hasta hace algunos años no había escuchado fados sino por casualidad y sin fijarme. Había oído alguna vez a Amália Rodrigues, me gustaba su sonido pero no lo buscaba. Hasta que por circunstancias que no explicaré si no es en la intimidad y con varias copas encima, empecé con los clásicos y me gustaron.
El fado, cómo el blues, flamenco, tango y rebetiko, son comparados frecuentemente, por su origen marginal y su temática, generalmente relacionada con amores funestos. No se conoce claramente el origen del fado, algunos hablan de las influencias de la música de las antiguas colonias (brasileñas y africanas) en la población que se estableció en el barrio lisboeta de Alfama y de que originalmente "fado" se aplicaba a una forma de baile de raíces africanas con acompañamiento de guitarra. Otros hablan de las influencias magrebíes o árabes, celtas (por el sonido de la guitarra) o incluso de la música búlgara (por las influencias gitanas). Quién sabe. Lo único que conocemos seguro es el crisol donde todos esos elementos y algunos otros confluyeron: "que vino del mar y recaló para siempre en Lisboa". Y, por lo menos a mí, aún gustándome mucho el tango y el blues, me parece el fado mucho más cercano y amable. Esa melancolía, que no tristeza, esa saudade me llega.
Escuchando fado, no entendemos muchas veces la letra, si acaso alguna palabra o frase suelta, pero esa dificultad nos permite poner en la música que oímos nuestra propia historia. Porque cada uno tenemos nuestro fado, nuestro destino y sus emociones, que podemos proyectar al son de la guitarra portuguesa y de la viola de fado, en los corazones y los dedos de los músicos. El fado se canta con los ojos cerrados y, puestos a escuchar, mejor también cerrar los ojos y dejarse llevar por esos sonidos de las guitarras portuguesas y por la voz y los matices que pone el fadista.
Con letra y música improvisadas en sus comienzos, requería un acompañamiento armónico simple y predecible que permitiera al cantante desarrollar en el momento sus versos y melodías. El fado mantiene una libertad formal gracias a la que es habitual que distintos poetas utilicen una misma base musical para sus versos. De ahí que un fado nos recuerde de repente a otro que ya hemos escuchado e insistiendo vemos que la música es la misma y cambia solo la letra.
Los temas más cantados en el fado son la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias del diario vivir de los barrios humildes, pero especialmente el fatalismo y la frustración. Como decía Amália en su fado Tudo isto é fado, aunque aquí es Cristina Branco:


Almas vencidas
Noites perdidas
Sombras bizarras
Na Mouraria
Canta um rufia
Choram guitarras
Amor ciúme
Cinzas e lume
Dor e pecado
Tudo isto existe
Tudo isto é triste
Tudo isto é fado


Fue en un viaje de trabajo a Badajoz en 2005, cuando me adelanté a la fecha de llegada para moverme un poco por allí y me acerqué a Elvas. Allí en una pequeña tienda que vendía de todo pregunté si tenían discos de fados y me aconsejaron dos. Uno de ellos, de uno de los mejores fadistas que ha habido, Carlos do Carmo.  Éste fue el primer disco de fados que he comprado, y la primera canción era Por morrer uma andurinha.



Ahora veremos como el mismo fado se ha convertido en dos distintos pero casi iguales. Joana Amendoeira lo titula Todas as horas são breves.



Carlos do Carmo junto a Camané (el mejor fadista actual, para mí) en 2013, en la celebración de los 50 años de carrera del primero, lo interpretan como Por morrer uma andorinha, y hacen un dúo genial.


En 2004 tuve la ocasión de asistir a un concierto de
Mariza en el Grec de Barcelona. Fue algo memorable. No sólo canta muy bien sino que tiene una personalidad que arrastra. Su último fado fue Primavera, un fado de 1954, y era difícil salir de allí tras escucharla.



En 2013 me enteré que Camané actuaba en Madrid y allí me fuí. Lo borda. Ese aplomo y sencillez al cantar me entusiasma. Y también cantó Primavera aunque él lo suele titular Dor repartida.





En 2006, Cristina Branco vuelve con el fado de Amália Rodrigues,    Cansaço. Vemos que no puede decirse que el fado sea una cosa de hace años. Actualmente hay un montón de jóvenes fadistas.



En 1955, en una película francesa, tenía un pequeño papel Amália Rodrigues cantando Solidão. Como de costumbre hubo un cambio de letra y se le tituló Cançao do mar. Tuvo un éxito estraordinario. Se grabó en francés, inglés, italiano y hasta en español por Chavela Vargas, en éste caso como Solidão, y por Chenoa. En 1993, Dulce Pontes relanzó la canción a la vez que renovaba el fado. Ha sido utilizada como banda sonora en películas de éxito y llegó a decirse que es la canción portuguesa más famosa. Aquí la dejo con unas vistas de Lisboa.

Lisboa - Cançao do mar, Dulce Pontes



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