En el verano del 66 estuve en un campamento en Garrucha (Almería) ampliando mis conocimientos de submarinista junto a una amigo de la infancia y otro amigo que conocí allí y que sigue siéndolo. En las múltiples formaciones que hacíamos a lo largo del día (era un campamento del Frente de Juventudes), cantábamos soto voce el Sapore di sale, el Legata a un granello di sabbia y el Like a rolling Stone. Del Like a rolling Stone poco se puede hablar ya. Ésta es una de las muchas versiones que ha hecho Bob Dylan a lo largo de su carrera y aunque la voz la principio no suena demasiado, luego va animándose y termina con toda la orquesta en un final apoteósico. Mucha orquesta y coros, pero es lo que hay. Destacar a Carole King al piano disfrutando.
En aquel campamento nos sorprendió una canción nueva que, en el barco de la Armada que nos llevaba a bucear por Cabo de Gata, no sé a cuento de qué, sonaba por los altavoces y nos hacía gracia porque al ser el barco muy antiguo, el humo de la chimenea era negro y espeso con carbonilla que nos manchaba de negro. La canción era Paint in Black de The Rolling Stones. No era demasiado normal en un dragaminas de la Armada que se escuchara y cantara esta canción.
Vaya un verano de 1967 que nos dio Lola, y eso que bailamos con ella por toda las fiestas y verbenas de éste país. Lola de Los Brincos recién abandonados por Juan y Junior.
Grabado en un periodo de 129 días y publicado el 1 junio de 1967 en el Reino Unido y el 2 de junio del mismo año en Estados Unidos, es a menudo citado por la crítica como una de sus mejores obras y uno de los discos más influyentes de todos los tiempos. El Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles me lo trajo de los Estados Unidos a San Vicente de la Barquera un amigo en julio y no veas lo que fardaba yo de LP, hasta de la portada.
Cuando escuché y ví por primera vez a Patty Pravo en TVE en el verano de 1968 con La Bambola me quedé, igual que otros muchos, “embobado”. Además de ser una buena y pegadiza canción, ella llamaba poderosamente la atención.
Unos días después de la llegada del hombre a la luna, yo me llegué a Las Palmas de Gran Canaria donde me dediqué a trabajar de submarinista (entonces lo llamábamos “hombre rana”) limpiando fondos de buques en el puerto y en la primera potabilizadora que se construyó allí. Además de trabajar, pasé muchas horas bebiendo ron Arehucas y cantando canciones del folklore canario que me enseñaron algunos componentes de un conjunto que acababa de iniciar su andadura, Los Gofiones. Las folías, isas y malagueñas junto con canciones sudamericanas era algo a lo que no estaba acostumbrado y me gustó. Llegué a grabarlas en directo en mi magnetofón Aiwa, recién estrenado, en el bar donde íbamos a menudo. Grabación que conservo como una joya a pesar de las deficiencias del ambiente y a la poca experiencia del ingeniero de sonido (yo). Aquí una muestra de lo que escuché y canté por primera vez.
Una canción de principios de los 50 de José Alfredo Jiménez, muy popular pero que a mi no me significaba nada especial. Llega un momento en que, con unos amigos en Las Palmas, la cantas un día y otro acompañado de guitarra, timple y envoltorio de celofán de los paquetes de tabaco, y te queda para siempre, cuando además muchos años después es una canción favorita de tu hija, Un mundo raro interpretada por Enrique Urquijo y Los Problemas.
Y el año en que nació mi hija, la historia de la paloma Charly de Santabárbara se consideró una de las mejores baladas españolas de todos los tiempos. El éxito es arrollador. Entre enero y febrero de 1973 ocupa el nº 1 de ventas durante cuatro semanas, además de liderar otras tres semanas la lista de Los 40 Principales.
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